SINÓPSIS |
Acercamiento a la difícil profesión del fotógrafo de guerra, a través de uno de los mejores del ramo: el estadounidense James Nachtwey. El documental de Christian Frei, que fue nominado al Oscar, muestra a Nachtwey realizando su trabajo en distintos escenarios del mundo, desde África a la antigua Yugoslavia, pasando por Palestina o los basureros de Indonesia donde miles de niños se ganan la vida hurgando entre los desperdicios. Sus imágenes fotográficas, que llenan gran parte de la película, son de un gran poderío, de expresivo blanco y negro, y llenas de humanidad. Porque algo que Nachtwey trata de no perder de vista en ningún momento es que su arriesgado trabajo recoge imágenes de personas, y se dirige a personas de todo el mundo, muchas veces ciegas ante la injusticia. Como él mismo dice, sabe que la compasión siempre debe pesar más que su ambición por obtener las mejores fotografías. Y somos testigos de cómo los sucesos que presencia no le resultan indiferentes, ni mucho menos; es más, su esperanza es que las imágenes que toma ayuden a cambiar las cosas.
El film tiene fuerza, en parte porque, aunque Nachtwey es el protagonista, no se sobrepone a lo que es el objeto de su trabajo. El suizo Christian Frei acierta en el equilibrio entre su esfuerzo por mostrar cómo es la profesión del fotógrafo, y los conflictos en que está inmerso. Y el mismo personaje retratado se mueve en el film con agradecible modestia, sin dar más importancia a su trabajo. Se recogen testimonios de sus colegas, y destacan algunas imágenes impactantes, tomadas por el propio Nachtwey con una microcámara, que nos permiten obtener su punto de vista en el momento en que toma las instantáneas. La idea de que la fotografía devuelve a las personas la humanidad que la guerra les quita, manifestada en la declaración final de Nachtwey, es poderosa, una justificación de un trabajo necesario.
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