SINÓPSIS |
Elegía campesina contiene dos primeros trabajos de Sokurov, María (1978-1988) y El último día de un verano lluvioso (1978), realizados para la televisión regional de Gorki (Nijni Novgorod) cuando estudiaba en la escuela de cine de Moscú. María resulta especialmente apreciable, réquiem por una campesina rusa filmado en dos momentos separados por varios años. En 1978 el realizador se traslada al pueblo de Vedenino para mostrar la vida de la comunidad, representada por María Voinova y su familia, dedicada al cultivo del cáñamo. Con un precioso color que resalta los múltiples matices del verde y el ocre, rodadas en verano, luminosas, las imágenes adoptan un tono pastoral al recoger las duras tareas de siega, el trabajo con primitivas máquinas agrícolas o la preparación del heno, pero también las alegres comidas comunitarias, los cantos, los baños en el río e incluso las vacaciones de María y los suyos en el Mar Negro. La luz crepuscular hará sólo aparición durante la visita al cementerio, al visitar Maria y su marido la tumba de su hijo atropellado años atrás por un camionero borracho. Existencia y entorno conforman un marco apacible expresado por la cámara mediante una rítmica alternancia de planos generales y de detalle que conducen del campo y las máquinas a los rostros o las manos de Maria. Muy hermosa por ejemplo la lenta panorámica sobre grúa que asciende desde el río para comunicar con el cielo. Acaba la primera parte. Pasan nueve años y regresan Sokurov y su equipo, lapso de tiempo representado por la larga y poderosa toma desde el coche (con fondo sonoro proporcionado por Alfred Schnittke). Es invierno, el mundo ha cambiado, se convierte en blanco y negro. Maria ha muerto, y con ella en parte el espíritu de la comunidad. Su marido la había dejado por otra; se enfrentó sola a las autoridades porque estaban dejando morir la tierra. "La tormenta de la vida causará estragos", dice la canción de Glinka: los campos aparecen desolados, cubiertos de nueve y barro.Una lenta panorámica de 360ª grados revela que el hielo se ha posesionado del mundo. El sol ha desaparecido, es sólo una rememoración fantasmal, como el aria meridional que se escucha hacia el final de la película. Al lado de esta hermosa obra, El último día de un verano lluvioso, filmado en 1978 en el koljós "El Faro Rojo", puede calificarse de interesante complemento, oblicua denuncia de la retórica oficial que anima al aumento de la producción, representada por ancianos "héroes del trabajo". La esperanza de un futuro mejor reside ahora en esos niños subidos a sus bicicletas o en las jóvenes parejas que bailan al son de la música popular… |