SINÓPSIS |
"Azotes de barrio en Petare", narra las peripecias de adultos, jóvenes y niños en la espiral de violencia de dos bandas rivales en esa zona pobre del este de Caracas, que abarca a decenas de barriadas insalubres apiñadas en unas pocas colinas.
Robo, disparos, sangre, drogas, maltrato doméstico, corrupción policial, procacidad y muerte pasan, a veces con escenas de vértigo y a ratos cansinamente, durante las dos horas en que el filme muestra la azarosa vida de la marginalidad en callejones de Petare. La sangre para filmar la película se hizo con salsa de tomate y de barro están realizados los agujeros de las balas en los cuerpos. Diminutos fuegos de artificio produjeron los "disparos", la droga en realidad era harina y los actores no eran tales sino amigos del realizador, que tampoco es cineasta profesional sino un barbero de 23 años de edad, Jackson Gutiérrez. "Todos los días afeito a unas 20 personas en La Veguita (sector de Petare) y en promedio escucho cinco historias diarias de violencia: que anoche mataron al hermano de fulano o al tío de zutano", repitió Gutiérrez, como un libreto memorizado, a IPS.
Así, "le fui dando forma en la cabeza a la idea de hacer una película donde la misma gente hablara libremente y dijera lo que quisiera con las palabras que les salieran", y entonces, "sin libreto y sin saber nada de cine, parientes y amigos míos en el barrio y yo mismo fuimos haciendo la película", contó.
La historia resultó tan vívida y real, en un país donde el cine sobre la violencia urbana fija récord de taquilla desde hace tres décadas, que muchos espectadores pensaron que en realidad se trataba de delincuentes reales y veían cine documental.
"No es verdad. Cuando empezaron a decir eso quise llevar a los periódicos a quienes aparecen 'muertos' en la película", se defiende Gutiérrez, cuyo objetivo confeso fue "llamar la atención sobre la violencia y la inseguridad en las zonas pobres".
Durante marzo y abril, la película se ha vendido "como pan caliente" en los tarantines (tiendas de trastos) callejeros. Además, el anuncio de la Fiscalía General de que investigaría la participación ilegal de menores, o rumores de que se la recogería y prohibiría, al parecer no hicieron otra cosa que exacerbar las ventas.
Hacer la película costó unos 200.000 bolívares (menos de 100 dólares), aseguró Gutiérrez. Una copia se consigue por dos dólares, con alguna otra película violenta incorporada. |